- Es así flaco. El bar para mí es mi mundo. Acá encuentro mi estado natural.
-
¿Qué querés decir con eso?
-
Que sólo en los bares es donde me siento real. Donde
puedo pensar. Donde puedo conectarme con lo que realmente quiero.
-
Mirá vos. A mí me pasa exactamente lo mismo, pero en
el baño.
-
Me estás gastando.
-
No, para nada, es así. Es la verdad, un poco
escatológica por ahí, pero tan cierta como tu teoría de los bares.
-
Las cosas más importantes de mi vida pasaron en una
mesa de café. Es más, te vas a reír pero yo tengo una caja repleta de
servilletitas de los diferentes bares que de algún modo me marcaron.
-
Disculpame Rubén, pero eso es una boludez atómica.
-
Bueno, si preferís no te cuento.
-
No sí. Contame. Soy tu amigo y te banco. ¿Y qué
hacés con las servilletitas? ¿Las doblás? ¿Hacés pajaritos? Por ahí ahora
resulta que estoy ante un artista de origami.
-
No. Las tengo guardadas nomás. En algunas está
escrita una fecha, en otras algo que me
recuerda lo que sucedió en ese bar. Un acontecimiento. Una ocasión especial.
-
Yo lo único que junté en mi vida fueron los boletos
capicúas ¿te acordás? En una época te pedían que juntes boletos por caridad,
porque compraban una silla de ruedas, o algo así. Pero yo nunca largaba los capicúas. Por cábala, viste. Andá a saber
dónde quedaron.
-
Antes juntaba sobrecitos de azúcar pero un día descubrí que la caja se había llenado de
hormigas. Por eso pasé a juntar servilletas.
-
Yo hace años que tuve que dejar el azúcar, ahora
estoy meta edulcorante.
-
El otro día abrí la caja de las servilletas, ¿sabés lo
que encontré?
-
¿También juntaron hormigas?
-
Estoy hablando en serio.
-
Bueno, a ver ¿qué?
-
¿Te acordás de Mirta?
-
¿Mirta la lunga?
-
No, Mirta, la que me volvía loco cuando teníamos
veintipico.
-
Ah, la kiosquito.
-
¿Eh?
-
¿No te acordás? Le decíamos la kiosquito, porque era
chiquita pero tenía de todo.
-
Bueno, esa Mirta. Encontré una servilleta del café
de Los Angelitos. Y tenía su nombre y el teléfono.
-
En esa época ese dato valía oro.
-
¿Sabés que nunca más la llamé?
-
No lo puedo creer.
-
No. Nunca la llamé. Me acuerdo perfecto: me guardé
la servilleta en la campera y después la metí en la caja. Y nunca más. No me
animé.
-
¿Y ahora no pensaste en llamarla?
-
Ya fue. Muchos años. Con decirte que el teléfono tenía
característica 48, esa que después pasó a 942. Me acuerdo porque mi vieja tenía
la misma.
-
Bueno, entonces discá 942.
-
Ahora sería 4-942…
-
Mierda cómo pasa el tiempo.
-
Bueno, eso. Me vino nostalgia, qué se yo. Pensaba
que por ahí ella también estaba sola como yo.
-
Como una segunda oportunidad.
-
No creo que siga viviendo ahí.
-
¿Y te acordás de la vez que tuvimos esa discusión en
el Varela Varelita?
-
Sí, claro. Después nos dejamos de ver por seis
meses.
-
¿Y tenés la servilleta?
-
¿Del Varela Varelita? Puede ser que tenga alguna.
-
No, no digo “alguna”. Digo si tenés esa servilleta, la del día en que nos
peleamos.
-
No. No creo.
-
Pero fue algo importante. Y pasó en un bar.
-
Bueno. Pero no guardo todo.
-
Pero dijiste que los momentos que atravesabas, que
el estado natural y esas cosas, qué se yo. Por ahí… Para mí fue un hecho
importante.
-
Yo ni me acuerdo por qué peleamos.
-
Cómo no te vas a acordar.
-
¿Vamos pagando?
-
Claro que te acordás. Mirá como te pusiste. Ahora de
golpe te querés ir.
-
Para nada. Ya es tarde.
-
¿Ahora es tarde? Me tuviste una hora hablando pavadas,
de servilletas, de Mirta, de lo trascendente de la vida. ¿Y ahora que
recordamos la pelea aquella que tuvimos te querés ir?
-
No me acuerdo por qué nos peleamos aquella vez. Pero
escuchándote debe haber sido por alguna boludez, típica de las tuyas.
-
¿Cómo típica de las mías? ¿Me estás diciendo boludo?
¿A mí?
-
No precisamente. Che, ¿pagamos?
-
No, no aclárame eso. Después de tantos años de
amistad. Claro, seguro que no querés reconocer la cagada que te mandaste
aquella vez. Sabés, ahora que me acuerdo nunca me pediste perdón. Seis meses
estuviste sin hablarme. Tuve que salir yo al encuentro.
-
No soy bueno para esas cosas.
-
No sos bueno para llamar a Mirta. No sos bueno para
pedirle perdón a un amigo. ¿Para qué mierda sos bueno vos, Rubén? ¿Para juntar
servilletas?
-
Estás un poco tenso.
-
Puede ser, ¿pero sabés qué?, ahora me cae la ficha.
¿Cómo era eso del estado natural? ¿De conectarse con lo que uno quiere? Bueno, justo, me cae la ficha, en un bar, como
a vos. Lo más triste es que dentro de diez años ni te vas a acordar. Pero esta
vez tomá, guardate la servilletita. Mirá, bien claro te lo escribo acá: Bar Musetta,
mayo del 2015. Pelea con Rolo.
-
Así no funciona Rolo. Soy yo el que tiene que
decidir si la servilleta es importante. Rolo. Pará…
Carina Migliaccio / Bar de Fondo
Carina Migliaccio / Bar de Fondo
Hermoso
ResponderEliminarmuchas gracias ! saludos
Eliminar