Medrano y Rivadavia
Nació un día de primavera, el 21 de septiembre de 1884, y desde entonces Las Violetas florece en la esquina de Rivadavia y Medrano.
Cuando se fundó, la calle
Rivadavia estaba atravesada por un tranvía tirado a caballo. La confitería se
plantó con elegancia en una de las paradas del tranvía, contrastando con la
pulpería que se ubicaba justo en diagonal.
Entre 1998 y el 2001 estuvo
cerrada, y mucho se temió por su pérdida. Pero finalmente reabrió, y los
trabajos de restauración salvaron su fisonomía y sus tesoros arquitectónicos.
Entrar allí es perderse en
un mundo coqueto y mágico. Es abrir una caja de bombones. Es habitar una caja
de música.
Hay que estar muy despierto,
para no perderse detalle.
Primero el pequeño mundo de
tu mesa: la silla de tapizado bordó, la tapa de mármol de carrara, la masita de crema que acompaña el café, o la
bandeja exquisita del Té María Cala, las servilletitas con el logo
violeta, los sobres de azúcar que replican los vitrales.
Luego, echarse a circular
por el salón, subir la escalinata, observar la panorámica: espejos, cuadros,
tulipas, arañas, columnas engalanadas de dorado, la boiserie lustrada.
Sus
emblemáticos vitrales (tiene 80m2 de vitraux) fueron realizados con materiales
franceses pero diseñados en Buenos Aires por Antonio Estruch, quien ya había
hecho los del Café Tortoni.
Entrar
a Las Violetas nos trae a la memoria imágenes de la Belle Époque.
Su
vidriera se engalana de adornos recargados, máscaras, tazas, globos de corazón, cintas de colores.
Sus
vitrinas con tortas ornamentadas y puro placer.
Ante
tanto despliegue me invade un recuerdo banal, el de sus sándwiches de miga.
Porque de joven yo estudiaba locución muy cerca de allí, entonces a veces antes
de volver a mi casa pasaba a comprar esos manjares.
En sus mesas recuerdo haber
escrito por primera vez un cuento, con letra desprolija en servilletas de papel,
y experimentar la convicción de que yo tenía cosas para contar. No tengo esa
servilleta guardada pero si recuerdo la historia. Era la de una sutil despedida
de dos amantes apasionados.
Manos que se entrelazan.
Manos que se separan. Un café compartido. Una lágrima.
Texto y fotografías: Carina Migliaccio / Bar de Fondo
Texto y fotografías: Carina Migliaccio / Bar de Fondo
Maravilloso lugar. He estado allí, varias veces...una reliquia...
ResponderEliminarRealmente un tesoro. Gracias por tu comentario Margarita.
ResponderEliminarSaludos, Carina
CARINA, CON MUCHOM GUSTO ME ENCONTRAIA CONTIGO PARA CONTARTE DE LAS VIOLETAS DELA VIEJA VIOLA, YA QUE HE PASADO CASI 30 AÑOS EN SUS MESAS (HASTA 1970..EN DONDE SALI DEVIAJE ...TE DOY SOLO UN DATO EN LA DECADA DEL 60 EN SUS MESAS CAMBIO LA HISTORIA DE LA ARGENTINA.. NO ES BROMA ES ASI....
ResponderEliminarque interesante!
EliminarMuy interesante la historia y muy bonitas las fotos.Gracias.
ResponderEliminarGracias Mirta por leer! hermoso lugar.
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