Perú y Humberto Primo Era un pequeño bar de San Telmo. No era notable, pero para mí era significativo. Era la parada obligada cuando con mi mamá hacemos el trámite de supervivencia. Año a año después de pasar por la obra social, nos sentábamos en esas mesas sencillas . Y nos atendía el dueño, un asturiano parco. Ella tomaba su té con leche y yo un cortado en jarrito mitad y mitad. Y esa ceremonia íntima era un festejo secreto. Esta mañana vine sola, para escribir una crónica sobre el bar, pero las persianas están cerradas. El trapito que cuida mi auto me dice que cerró hace casi un año. Pienso en mi mamá, pienso a qué bar iremos cuando vengamos a hacer el trámite. Se me cruzan también malos presagios. Voy al bar de enfrente, pero mi mirada sigue en el Roli. Recuerdo que por suerte saqué una foto del interior la última vez que estuve, cuando recién pensaba en armar el blog. Saco ahora la foto presente. La foto de la pérdida. En el pri...
Me gusta mirar Buenos Aires desde la mesa de un bar. Volverla ficción. Y soñarla entre papeles.