Marcelo T. de Alvear 2101
El Galeno es un café más de Buenos Aires.
Sin embargo es El emporio de los tostados y eso no es poca cosa.
Además es el bar al que voy cada vez que me sacan sangre. Entonces se convierte en un rito, en la satisfacción del café con leche que compensa la extracción.
Es un
bar cálido, con paredes machimbreadas y en la parte superior de los ventanales,
tiene unos vidrios corredizos esmerilados color marrón amarillento. Eso
hace que la luz en su interior siempre vire hacia el ocaso.
Las
mesas de fórmica verde con sillas de madera clara pueblan en forma salpicada
todo el espacio. No obstante logran que la gente se mueva cómoda.
La
decoración es ecléctica, sin dejar en claro cuál es el parámetro que la rige. Hay
cartones con las diferentes propuestas de platos. En la parte superior un
cuadro con una típica casita de la campiña inglesa. Un reloj redondo con marco
de madera de la cía Asturiana, detenido en las once menos tres minutos.
Una
lámina de dos caballos blancos que juntan sus cabezas.
Una foto de los tres chiflados en la que Moe le saca un diente a Curly. Algo muy a tono con la facultad de odontología que está enfrente.
La gente que circula es singular. Siempre se muestran activos. Algunos grupos despiertan mi curiosidad. Por ejemplo la mesa de la ochava ocupada por tres señores trajeados que conversan apretadamente. Si esto fuese Sicilia juraría que son mafiosos. Acá, creo que son visitadores médicos.
Una foto de los tres chiflados en la que Moe le saca un diente a Curly. Algo muy a tono con la facultad de odontología que está enfrente.
La gente que circula es singular. Siempre se muestran activos. Algunos grupos despiertan mi curiosidad. Por ejemplo la mesa de la ochava ocupada por tres señores trajeados que conversan apretadamente. Si esto fuese Sicilia juraría que son mafiosos. Acá, creo que son visitadores médicos.
O aquel grupo de señoras mayores que degustan sus medialunas como si esto fuese lo mejor del día, como si fuese un gran banquete.
Algo del ambiente me simpatiza. Creo que todas las personas tenemos un bar preferido, que no siempre tiene un encanto visible. Lo habitan los fantasmas de la melancolía y del sueño. Y en sus mesas nos dan un abrazo en medio de nuestra soledad.
Texto y fotografías: Carina Migliaccio / Bar de Fondo
Algo del ambiente me simpatiza. Creo que todas las personas tenemos un bar preferido, que no siempre tiene un encanto visible. Lo habitan los fantasmas de la melancolía y del sueño. Y en sus mesas nos dan un abrazo en medio de nuestra soledad.
Texto y fotografías: Carina Migliaccio / Bar de Fondo
Que lindo relato! sigo la pagina y hoy veo con orgullo el bar que atiende mi papa con tanta dedicacion hace tantos años!!!!! Gracias!!!!!
ResponderEliminarQué hermosa casualidad ! fue uno de los bares que me inspiró para hacer mi blog. Me alegro un montón. Saludos!
ResponderEliminarComo no va a ter encanto si lo atiende mi primo. Un asturiano alegre y buena persona. Gracias por el reportaje. Un abrazo desde la Coruña,Galicia,España.
ResponderEliminarMe alegra que ponga esa vivacidad en la atención y en mantener tan lindo bar. Saludos por allá ! y gracias por tu comentario
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