Chile 502
Cuando era adolescente yo me creía re piola por ir a este bar. Como si tan sólo por estar sentada en una de sus mesas recibiese una transfusión de inspiración.
Claro, por esa época recién empezaba mi carrera de Letras, y tenía muy idealizado el tema de los cafés y los escritores. Quien iba a pensar en ese momento que treinta años después iba a estar escribiendo sobre bares. Pero la vida a veces te devuelve tu mejor imagen.
Albergó también una historia de amor emblemática, ya que fue allí donde el escritor
Horacio Ferrer se enamoró de la artista plástica Lucía Michelli, Lulú, a quien
le escribió un poema que luego fue hecho vals. Hoy una de las mesas lleva una
placa de bronce conmemorativa.
O no, me corrijo. Es imposible no focalizar la mirada en el piano que ocupa una pared del salón principal. Un piano de 1915.
Me siento entonces en una mesa junto al piano. Desde ahí observo el movimiento del bar y me dejo arrastrar por la luz un tanto amarillenta que se filtra por sus ventanales. Es la luz de una mañana algo tormentosa, pero que al amparo de la madera de las mesas y de la barra robusta y añosa, se vuelve cálida.
En La Poesía las servilletas de papel están decoradas con el logo del café: una mano que escribe con una pluma. En la era de los celulares y de las computadoras, este dibujo es un símbolo romántico y siento que me identifica por completo.
Carina Migliaccio
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