Av. Libertador 2300 esq. Coronel Díaz
Muchos estaban expectantes. Otros ya estaban resignados a una posible pérdida. Yo esperaba que resurgiera.
Es que el famoso Caffé Tabac se mantuvo cerrado durante un año y medio. Amurallado. Tapiado. Y en silencio.
Debo confesar que no era habitué del café, pero crecí viéndolo en esa esquina emblemática y tomando de vez en cuando un cortadito en sus mesas.
Era un café clásico, típico de los '80 y '90, con mucha clientela famosa (escritores, actores, deportistas, empresarios) y también un café de barrio.
Para mí particularemente tenía un sesgo de levante, aunque nunca levanté a nadie ahí ! En mi imaginario trazaba una ruta canchera, onda Isidoro Cañones que hacía de La Biela, Tolón, Rond Point y Tabac un circuito piola y seductor. En fin, uno suele etiquetar todo.
Y finalmente reabrió. Entonces me fui a visitarlo. Ya no era el mismo. No hay mesas pequeñas de mármol, ni sillas verdes, ni cortinados ni tulipas. Pero a mi me parece que está hermoso.
Conserva un toque de clasicismo, con mucha madera, colores ocres, el logo de la hoja de tabaco más refinado y labrado en las mesas, sillones cómodos de cuero marrón. La barra ocupa en gran parte del interior y algo muy importante: están los mismos mozos.
El café original abrió en 1968. Hoy, defiende su estirpe y su esquina con honores. La ventana en ochava ofrece una vista escenográfica. También se amplió la zona de vereda, la terraza como dicen en europa.
El café es ríquisimo. La clientela genuina.
La experiencia completa me dejó un sabor reconfortante, un aroma a maderas, y una sensación dichosa como cuando lustrás un mueble y descubris un brillo que da vida aún a la superficie más gastada.
Y con esta reflexión, digna de una publicidad de Blem, cierro esta crónica esperando que pronto visiten o vuelvan a Tabac.
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