Carlos Calvo 599 esq. Perú.
En un edificio de los más auténticos y antiguos de San Telmo, que data de 1864, se encuentra este entrañable bar-café.
Nació pulpería, como tantos otros de la época. Pasó también por la singular categoría de prostíbulo y casa de citas a fines del siglo XIX. Luego se convirtió en despacho de bebidas y finalmente a principios del siglo XX abre en su formato de bar.
Todo esto es historia oficial.
En mi historia privada la última vez que había estado en este bar, fue en los años '80. Había venido a escuchar música a la noche. Recuerdo el ruido de las charlas, las mesas repletas de cerveza y maní, y también recuerdo que la piba que cantaba no lo hacía mal, pero yo creía que cantaba mejor. Típico.
Hoy vine por la mañana, así que no tengo contra quien competir !!
En la puerta del bar, un buzón que resiste el tiempo y las modas. La fachada está algo descuidada, es verdad, pero rezume pasado.
A esta hora no hay música en vivo, pero hay espectáculo.
El espectáculo es el bar mismo. Como un pequeño teatro. Con su hermosa barra coronada por un medio arco de madera tallada, con detalles de vitraux y un reloj antiguo. Con el pibe que corta fiambre en vivo (si, para mí es un show). Con sus infinitas botellas antiguas exhibidas en una repisa, se ven polvorientas pero tan bellas. Con sus baldosas originales desgastadas. Sus mesas de madera marcadas.
Hay una mezcla de paseantes ocasionales porteños, de turistas y de vecinos. Una vieja vestida de batón se me acerca y me pregunta si es barato comer acá. Yo no puedo ayudarla con ese tema , porque estoy tomando sólo un cortado, así que la mando a pedir una carta. Sigue su curso hacia la barra y se pone a hablar con una camarera.
Y todo es tan familiar.
Dicen que en este bar sucedieron algunos hechos escalofriantes. El descubrimiento de huesos de víctimas de la fiebre amarilla, cuando estaban cavando para instalar la barra del bar. O que en otro siglo la hija de uno de los dueños fue asesinada por su novio celoso.
A mí para leyenda me alcanza con mirar el logotipo del bar: la figura de un federal uniformado. Con eso y con el barrio, ya tengo un trampolín impresionante para imaginar escenas de patriotas, carruajes, amores, luchas, calles adoquinadas, luz de luna, noches porteñas.
Bueno, se ve que este café me pegó demasiado fuerte. Así que visítenlo con precaución. Puede ser que les despierte emociones incontrolables.
Comentarios
Publicar un comentario