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La Giralda

Av. Corrientes 1453

Es una tarde calurosa en Buenos Aires, por eso, aunque visito La Giralda, no me pido una chocolatada con churros aunque sé que es  la combinación más famosa de este bar. Pido un simple cortado en jarrito. Y no está nada mal mi pedido, porque acá te lo sirven en vasito de vidrio con un soporte metálico que le da personalidad. Además el sabor es buenísimo.

Algo me retrotrae a la infancia, puede ser el letrero luminoso que anuncia: Chocolate con Churros- submarinos-sandwiches - y remata con la marca Toddy. 
El interior del bar me parece el de una escuela, con los pupitres bien ordenados. Las mesas son rectangulares y chicas, con tapa de mármol blanquecino y las sillas de madera clara. Elijo una junto a la ventana.

Voy a usar una expresión llana: La Giralda es encantadora.
Puede verse simple, añeja, algo gastada, pero a mí me seduce.
Sus paredes estén revestidas de azulejos blancos hasta media altura que rematan en una boiserie de madera y espejos labrados con motivo de flores (un toque antiguo levemente cursi pero amoroso a la vez).
Lo que termina de definir su carácter  son sus mozos, vestidos de forma clásica:  pantalón negro, camisa blanca y ...moñito. Si, moñito negro. 

Muy a pesar mío, la señora que está en la caja no me permite sacar fotos en la zona de la barra. Me quedo con ganas de registrar de cerca unas vitrinas mágicas en la que se exhibe una colección de botellas miniaturas. Así que si visitan La Giralda, presten atención a ese detalle.

Por un momento pienso en una travesura ingenua: sacarle una foto a la cajera o  deshacerle el moñito a un mozo. 
Y aunque no hago nada de eso me retiro con una pícara sensación de felicidad.
Texto y fotografías: Carina Migliaccio /Bar de Fondo











Comentarios

  1. Siempre recordaré mi visita a La Giralda con la excusa de un submarino. Habiendo despachado ya nuestro pedido el mozo, ante mi pregunta "¿no tendrá Ud. azúcar y edulcorante para traernos?", el hombre respondió "sí, cómo no" e inmediatamente zambulló su mano en el bolsillo del pantalón y dijo "aquí tiene". ¡Nos reímos mucho aquella tarde! Leí que está en venta actualmente. Ojalá no pierda esa, su esencia.

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