Defensa y Brasil
Vuelvo al Británico un día gris y lluvioso. La última vez que había estado allí fue en el 2008.
Es un bar que cerró y reabrió varias veces. Parece que esa intermitencia fuese parte de su carácter. Un vaivén que lo vuelve más deseable.
A comienzos del siglo XX era una pulpería llamada "La Cosechera". Y luego, en 1928 tomó el nombre de "Británico" debido a que lo frecuentaban muchos ingleses que trabajaban por esos años en el Ferrocarril del Sud, y que se hospedaban en un conventillo cercano, en la calle Garay.
Durante la Guerra de las Malvinas, hubo otro cambio nominal: pasó a llamarse Bar Tánico, borrando su referencia a lo inglés.
En la década del '60 fue comprado y atendido por José Trillo, Pepe Miñones y Manolo Pose, figuras emblemáticas del bar.
En el 2006 cierra por falta de renovación del contrato de alquiler, bajo fuertes protestas de vecinos e intelectuales.
En el año 2007 lo compra Agustín Souza y lo reabre con algunos cambios en el mobiliario.
En agosto de 2014 vuelve a cerrar por problemas financieros. Reabre meses después, en noviembre de 2014.
Y entonces llegamos a este día de mayo de 2015. En el que vuelvo.
Llueve, pero igual me siento en la mesa junto a la ventana que da a la ochava de Defensa y Brasil. La ventana está abierta pero el aire es cálido. Algunas gotas me salpican. Y yo, extrañamente, siento una nostalgia feliz.
No sé si la magia de este bar proviene de la historia, de la literatura que aquí se urdió, del recuerdo de encuentros pasados, de las vías muertas de un tranvía que todavía perduran en el empedrado o simplemente del Parque Lezama. El Parque, que todo lo captura con su paisaje de árboles, farolas y estatuas, y que observo mojado a través de la ventana.
Creo que es la primera vez que pienso que la escenografía del bar se completa irremediablemente con el afuera. El Bar Británico es uno con el parque.
Pero vuelvo al interior. Las paredes revestidas en madera, espejos gastados, luces simples , algunas fotos antiguas, el piso de baldosas graníticas. Desapareció un panel que hacía de apartado íntimo en medio del bar. Ahora es toda una superficie, un espacio único. Sin embargo mantiene un matiz secreto.
Es un bar personal y mítico.
Con el fantasma de Sábato que en sus mesas escribió parte de Sobre héroes y tumbas.
Di muchas vueltas antes de regresar, tenía miedo de encontrarlo ajeno. Pero no, el bar me fue fiel. Me cobijó. Me dio la oportunidad de vivir un momento rojo dentro de una mañana gris.
Respiro una atmósfera que entreteje amor y sueño.
Texto y fotografías: Carina Migliaccio / Bar de Fondo
UNA HERMOSURA PARA LA NOSTALGIA PORTEÑA. Y LA DESCRIPCION DE SU HISTORIA ES SUMAMENTE BELLA.
ResponderEliminarmuchísimas gracias Mario. El Británico es inspirador.
Eliminarsaludos!