Humberto Primo y Defensa
Llego a la noche. Y no lo reconozco. La última vez que había estado en este bar estaba lleno de turistas, cerveza y maní.
Hoy lo descubrí otro. Silencioso, íntimo.
Pocas mesas ocupadas y sin embargo adentro algo late.
Lo primero que me conquista es la puerta y el par de vitrinas con botellas antiguas: ginebra, cognac, anís.
Después las mesas y paredes revestidas de madera, cubiertas de inscripciones anónimas, como pupitres marcados.
Y la famosa foto del encuentro entre Borges y Sábato (1975).
En un lateral , una máquina antigua de café expresso y un mueble especiero de la época en la que allí funcionaba el bar almacén El imperial.
Frente al Dorrego hay un Starbucks nuevo, bellísimo, pero que sólo me inspira la tristeza de saber que antes ahí se alzaba una casa de antigüedades imponente y sagrada.
Yo me quedo con El Dorrego. Siento que se planta firme como un árbol más de la plaza de San Telmo.
Me quedo con sus mesas escritas. Con sus luces de tulipas amarillas.
Me quedo con el aire bohemio, intelectual y libre que alguna vez albergó.
Me quedo con los sueños que me inspira. Y con su aroma a verdad.
Texto y fotografías: Carina Migliaccio / Bar de Fondo
Si. Es muy bello.
ResponderEliminary gracias por haber sacado fotos cuando estuviste ahí. Por compartir tu sensibilidad
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