Cuando entré ya estaban ahí. Él sentado junto a la ventana. Toma una cerveza y parece concentrado en su laptop. Unas mesas más allá la chica de sweater gris. Tiene el pelo recogido por lo que presumo es un palito chino. Al tiempo descubro que es un lápiz. Ella lleva el pelo recogido con un lápiz. Miro sus manos, miro sus uñas pintadas de rojo. Estoy sentada en una mesa detrás de él. Veo su espalda. Lo percibo tenso, con un ligero movimiento nervioso. A ella la veo de frente. Trato de concentrarme en el libro que traje. La lectura me arranca de la espera, y del tiempo muerto que queda entre mi trabajo y la facultad. Pero hoy tengo un sueño desmedido. Los ojos me pesan. Me cuesta leer. A esta hora el bar transita lo que yo llamo conversión lumínica. Bajan las luces y todo se vuelve un tanto amarillento y cómplice. Desde mi sitio trazo una perspectiva del lugar. Al frente la puerta. A la derecha los ventanales, con sus marcos de madera, y sus vidrios atr
Me gusta mirar Buenos Aires desde la mesa de un bar. Volverla ficción. Y soñarla entre papeles.